domingo, 29 de noviembre de 2009

El grupo de amigas

Voy a ser sincero. Tuve muchas relaciones de pareja. Lindas, feas, inteligentes, tontas, de todo. Pero no quiero hablar de eso. Quiero describirles quiénes y cómo son las amigas de una mujer. De tu mujer. De mi mujer. De cualquier mujer. Quiero contarles lo que aprendí. Lo que observé. Quiero que vean que después de veinte años, fui capaz de sacar la siguiente conclusión, que cada uno de Ustedes contrastarán.

En cualquier círculo de mujeres podemos encontrar al menos dos de los casos que describiré. A saber:

La simpática (según ellas, la dulce): en la mayoría de los casos, la naturaleza no fue muy generosa con esta clase de personas, son feas ¡bah!, por lo cual han tenido que desarrollar otras armas sociales: la simpatía, la sonrisa, el encanto, la frescura. Este tipo de mujer es la que en todo momento difícil o crisis de alguna de las demás integrantes del grupo, intenta levantar el ánimo riéndose de ella misma. Le pone onda. Es la positiva. Es la mina del no-te-preocupes-ya-pasará.

La racional (según ellas, la seria): esta mujer es la que reflexiona, la que regala libros porque a ella le sirvieron para sacar conclusiones, es la más estable, la mas racional, pero sin embargo es la que más sufre. Y sufre porque en temas de amor y pareja lo racional esta claro que no sirve, entonces se ahoga en su propio talento. Ser racional e inteligente en temas amorosos es como tener una sierra para clavar un clavo. No sirve y no hay modo de que sirva. Cuando alguna de las demás entra en crisis, esta mujer empieza a sacar conclusiones lógicas que no ayudan: "Boluda, no llorés, si no estabas bien con él, es mejor que no estén juntos"....a lo que cualquiera del resto de las integrantes, un poco menos racionales le contestarían: "Sí, tenés razón, pero yo lo amo". Listo. No se habla más. Jaque mate a la racionalidad.

La loca (según ellas, la que tiene una visión distinta): este personaje se caracteriza por respuestas absurdas o posiciones contradictorias cuando el grupo discute algún tema. Cada diez palabras, se contradice cinco. Va por la vida como si todo el mundo estuviera equivocado. Es fiel a sus amigas y es capaz de defender hasta el punto de lo ridículo la posición de ellas. En momentos de crisis amorosa de alguna de sus socias, se manifiesta con frases del tipo: "No te pongas así, ese es un pelotudo que no te merece". Da igual si la sentencia sea verdadera o falsa, lo importante es atacar al supuesto adversario. Por lo general, las parejas le duran poco. Nunca se conforma con ningún hombre porque aparentemente "todos son iguales, son unos pelotudos". Normalmente es la que primero queda embarazada y la que primero se divorcia.

La insoportable (según ellas, la que tiene problemas personales): Todo le viene mal. Salir le viene mal. Quedarse en su casa le viene mal. Su trabajo le viene mal. Las parejas de las demás le vienen mal. Vive de mal humor, no se banca ni ella misma. Se lleva mal con todo el mundo, salvo con su grupo de amigas, donde se refugia. Hace terapia porque obviamente lo necesita y rara vez tiene pareja. Cuando alguna de las demás empieza una relación nueva, es la que le dice al resto: "No son compatibles, no van a durar ni dos meses". Según el resto del grupo está pasando un momento difícil. Lo cierto es que el momento difícil empezó en su infancia y continúa hoy, a los treinta y cinco.

La linda (según ellas, la de rasgos más lindos): Es un cañon. Está más buena que el dulce de leche. Bombonazo imposible de conquistar. Consiguió un novio modelo cuando tenía diecinueve. Después de veinte años sigue con el mismo tipo. Tiene permanentemente entre cuatro y ocho tipos queriendo acostarse con ella. Se cuida todo el tiempo su apariciencia física. Es la única del grupo que no envejece. Después de los cincuenta te la confundís con un gatuzo.

La mantenida (según ellas, la más acomodada): Trabaja menos que un concejal de un pueblo fantasma. Vive de viaje. Va a la mitad de las reuniones que organizan sus amigas. El marido le mete los cuernos, ella lo sabe, no le importa. Lo que jode de ella son los comentarios, porque mientras las demás reman para hacer un mango, ella vive en una nube de lujuria. Frases como: "Mirá la cartera que me compró el gordo en París", dejan a las demás con la baba chorreando y muertas de envidia.

La superada (según ellas, la que tiene más experiencia): Ya le pasó todo. Una del grupo se divorcia, ella ya se divorció. Una del grupo tiene un hijo, ella ya tuvo tres. Una del grupo pierde el trabajo, ella ya cambió ochenta veces de laburo. Habla todo el tiempo con aires de superioridad. Se las sabe todas. Cuando ella habla, el resto la mira. Como cuando una madre le habla a sus hijos desde la experiencia. Para cada situación tiene un consejo. Jamás pierde la oportunidad de minimizar los dramas de las demás con frases del tipo: "Quedate tranquila, no pasa nada, mirá esto se soluciona muy fácil".

La fauna femenina es algo interminable, pero a lo largo de los años he podido identificar, sin ningún problema, los personajes que acabo de describir. A cada una de ellas podría ponerle nombre y apellido. Hasta número de Documento de Identidad.

Pero no es lo que busco. No busco la etiqueta. Busco cerrar una enciclopedia corta que pronto será completada con personajes del sexo opuesto. Nosotros tenemos lo nuestro. Sin dudas.

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viernes, 27 de noviembre de 2009

Álvaro y Rodrigo

Álvaro y Rodrigo tienen los dos veinte años. Son amigos desde hace quince. Viven en distintos barrios, pero están todo el día juntos. Su sitio de reunión, el monumento del águila de Plaza Italia, en el centro de La Plata. Serán de aquí en más, dos personajes que nos acompañarán y que iremos describiendo de a poco en sus diálogos cortos.

Álvaro.- Mirá la gorda de mierda esa.

Rodrigo.-¿Cuál?

Álvaro.- La que está apoyada al renó doce blanco.

Rodrigo.- Sí, ¿qué tiene?

Álvaro.- ¿Le das?

Rodrigo.- Mmmhh, sí. No es tan gorda. Borracho le doy.

Álvaro.- No es gorda porque vos sos un cerdo, mirate la panza.

Rodrigo.- ¡Ah, no, ¿Vos no le das, no?!

Álvaro.- Yo no. Yo salgo con minas lindas.

Rodrigo.- Sí, lindas, como la negra Carla. Esa sí que es fea, fea.

Álvaro.- ¡Buej! De cara es fulera, pero tiene un orto...

Rodrigo.- Pero no tiene tetas...

Álvaro.- Tiene más que el bagallo que te comías vos de Ensenada.

Rodrigo.- ¿Andrea?. No me vas a comparar Andrea con Carla. Andrea tiene una cara linda, ¿no viste los ojos que tiene?

Álvaro.- ¿Vos cojés por los ojos?

Rodrigo.- Sí, y a tu hermana también.

Álvaro.- Decís algo de mi hermana y te arranco la cabeza.

Rodrigo.- ¿Vos y cuántos más, salame?

Álvaro.- Yo solo.

Rodrigo.- Callate cagón, si un pendejito de doce vino a sacarte diez pesos mugrosos y te asustaste.

Álvaro.- Por diez mangos no arriesgo que me pique. ¿A que no le decís algo a la gorda?

Rodrigo.- No es gorda. ¿Qué querés que le diga?

Álvaro.- Levantatela. Decile que queres cojerla.

Rodrigo.- No. Ni loco. El desubicado siempre fuiste vos.

Álvaro.- A que voy y le toco el orto.

Rodrigo.- Dos atados de Camel a que no.

Álvaro.- Yo no fumo.

Rodrigo.- Bueno, te doy la guita.

Álvaro.- ¿Vale salir corriendo?

Rodrigo.- Si salís corriendo es fácil. Tocale el culo y contá hasta quince. Parado, no te podés mover. Si te escapás, te pago.

Álvaro.- Está jodido. ¿Está sola?

Rodrigo.- Qué se yo, boludo. ¿Qué querés que te haga el laburo de inteligencia, también?.

Álvaro.- Ahí voy.

Álvaro se acerca lentamente. Estira su mano, y le toca el culo a la gorda. Queda petrificado en su lugar contando hasta quince. Antes de terminar, recibe un imprevisto carterazo en la cabeza por parte de la hermana de la gorda. Pierde el equilibrio, cae. Queda mareado. Sin entender demasiado lo que pasó, se levanta y corre. Rodrigo, a las carcajadas, lo mira y le dice:

¡Pará!. No corras, andá tranquilo que recién me acabo de prender el último del paquete.

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martes, 24 de noviembre de 2009

Mi hijo el Doctor

Fui al médico. Nadie que vaya al médico está sano, ni siquiera los sanos. Siempre pasa algo. No importa qué, siempre hay algo que tenés que tomar o hacer. Hacé ejercicios. Caminá tres veces por semana durante una hora. Tomate esto cada ocho horas. Hacete exámenes esta semana. Volvé dentro de quince días. Todos son imperativos temporales cuando vas al médico. Y te lo dice bien, de buena manera, porque sabe que lo tenés que hacer, sino ya sabés lo que te espera. Entonces te asustás y lo hacés, en tiempo y forma.

Te decía, fui al médico. Necesitaba ir a pedirle un certificado de buena salud. De paso le conté algo que me sucede a diario. Ya sabía que era: la vesícula. La vesícula es un órgano que está al lado del hígado y que no sirve para nada. Sirve, sí, pero si la extraés del cuerpo, no pasa nada. Si la sacás y nada cambia, es porque no sirve, pero sirve. Sirve para acumular bilis que luego lanza al duodeno para empezar la digestión. Si vos sacás la vesícula, el higado queda conectado directamente al duodeo a través de un tubo que con el tiempo se va ensanchando y cumpliendo la misma función de la vesícula.

Me duele atrás de la costilla derecha cuando como en exceso, le digo al médico. La vesícula, es la vesícula, me dice. Ya sé, le digo. Hacete estos exámenes. Imperativo, ya empezamos. Bueno le digo, pero hoy necesito el certificado. Sí, ya te lo doy. De paso hacete estos estudios de sangre. ¿Más estudios?. Sí, para ver qué tenés en la vesícula. Debo tener cálculos, opino. ¿Cómo sabés?. Porque es mi vesícula y sospecho que mi cerebro está diciendo algo, a través de mi boca, que ya sabe, le digo. Se ríe. Bueno, si es así te tengo que operar. No, le contesté. Bueno, como quieras, te empezará a doler cada vez más. Ya sé, pero yo vine por el certificado. Sí, pero según vos tenés cálculos en la vesícula. ¿No se van solos?, pregunto. Depende, me contesta, ese dolor también puede ser provocado por otras cosas, necesito los estudios.

En medicina todo depende, pero depende de una forma poco analítica, no convencional, más bien como un adivinador. El tema es el siguiente: una de las cosas más graves que tienen los médicos es que no estudiaron estadística, entonces sacan conclusiones con una sola observación. Te toman la presión una vez y te dicen con cara de afligido: la tenés alta. Te sacan sangre una vez y te dicen: tenés colesterol. En fin, el médico es un estadístico que se conforma con una sola observación. Algunos se dieron cuenta de ésta barbaridad y te dicen: tomate la presión durante esta semana todas las mañanas y anotalo. Imperativo temporal con deseos de estadístico serio. Ni él se lo cree. Pero, aún así, son los más serios, pasan de una muestra con una sola observación a otra que tiene siete. Siete observaciones es una vergüenza de muestra, pero ellos con eso se sienten confiados.

Me fui del consultorio con el certificado en la mano y las órdenes para los exámenes. Me haré los exámes que me encargó, y si tengo cálculos me presentaré en la facultad de medicina de la La Plata para retirar mi título honoris causa a la medicina autodiagnosticada. Este título me permitiría, en principio, ejercer la medicina en mí mismo. No así hacia terceros. Una ventaja: no más imperativos. Una desventaja: no podés hacer recetas, con lo cual tenés que seguir yendo al médico y contarle qué te pasa. Te dirá qué tenés que hacer pero no lo aceptarás, solo vas para que te dé la receta. El médico deja de ser un marimandón para transformarse en un escribiente de recetas. No está mal, por lo menos no te dan órdenes médicas. Ni de las otras tampoco.

El del 0.33%

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sábado, 21 de noviembre de 2009

La Campanella




Maravilloso. Para los que no la conocen, la presento:Valentina Lisitsa.

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jueves, 19 de noviembre de 2009

Celoso

En la Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, República Argentina, a los siete días del mes de Julio de Mil Novecientos Noventa y Uno, siendo las catorce horas con veintitrés minutos, se hace presente una persona con intenciones de radicar una denuncia penal, que bajo interrogatorio sobre sus condiciones personales dice llamarse Martín Manuel Fila alias El Pini, de nacionalidad Argentina, instruído, de diecinueve años de edad, estudiante, vecino de ésta ciudad, con domicilio en Calle treinta y nueve, número mil catorce, poseedor del Documento Nacional de Identidad número dos cuatro uno siete nueve cinco (..), que preguntado sobre el motivo de su comparendo denuncia:

Que el dicente aduce haber estado la noche del día seis de Julio de Mil Novecientos Noventa y Uno, en la fiesta de disfraces organizada por el Club de Fomento Manuel Máximo Alberti, cito en calle veintisiete número cuatrocientos catorce, entre treinta y siete y treinta y ocho de ésta Ciudad, con vestimentas similares a las usadas por el personaje de caricaturas Pedro Picapiedras. Que siendo las veintrés cincuenta de ese mismo día, invita una N.N. disfrazada con vestimentas de gatúbela, personaje de historieta norteamericana, a beber alguna bebida alcohólica en la barra creada a tales efectos por el propio Club, dentro del salón principal. Que el dicente asegura que ante esta situación, la N.N. acepta la propuesta y entabla una conversación que dura, aproximadamente, dos horas. Que a la una horas cincuenta minutos, del día siete de Julio, invita a la N.N. alias gatúbela a bailar música con ritmos lentos, denominado "los lentos" por el compareciente. Que mientras ejecutaba la mencionada acción, recibe un golpe de puño en el pabellón auricular derecho, ejecutado por Christian R. alías el Pijón, que al momento de golpear al compareciente, iba disfrazado con vestimentas del guasón, personaje de historieta norteamericana. Que ante este golpe, y en presunta defensa propia, decide lanzar un vaso tubular de vidrio que se encontraba cerca de sus pies, contra el agresor. Que luego de haber lanzado el vaso, recibe otro golpe en la mandíbula, proveniente del lado derecho de un N.N. disfrazado de el zorro, personaje cinematográfico, quien presuntamente fuera (...) alias el zorro (El del 0.33%). Que inmediatamente después de haber recibido el golpe en su mandíbula, cae sobre su cabeza una fuente, presuntamente de metal, que portaba masas finas y sandwiches de miga, destinados a la ingestión por parte de los presentes, lanzada por un N.N. disfrazado de pitufo, personaje televisivo de dibujo animado. Que ante esta situación, algunos N.N. que no ha podido identificar, agredieron a el zorro, el guasón y al pitufo generando una gresca generalizada dentro del recinto del mencionado Club. El dicente, deja constancia que no conoce a los agresores del guasón y el zorro, pero que en la oscuridad pudo divisar que se trataba de tres N.N. disfrazados con vestimentas similares a las usadas por los presidiarios, de color blanca y negra a rayas horizontales, con una bola del tamaño de una pelota de fútbol convencional y de color negra, presuntamente de poliestireno expandido, atada al pie derecho. Que luego de la gresca en la que intervinieron en total cuarenta y ocho personas, doce de ellas detenidas en esta dependencia, vió escapar a el Pijón con gatúbela corriendo hacia calle treinta y ocho de esta misma ciudad, siendo gatúbela presuntamente su hermana, debido a que el dicente escuchó cuando el Pijón le decía "pendeja vas a ver cuando le diga a papá que estabas apretando con ese forro". Que posteriormente vió escapar en un ciclomotor, presuntamente de marca Zanella, a el pitufo y a el zorro con dirección calle treinta y siete de esta misma ciudad. El compareciente, deja como prueba la bandeja con manchas azules, presuntamente de témpera y proveniente de las propias manos del pitufo. De conformidad con todo lo antepuesto y en mérito de los actuados que acompañan, formaliza denuncia penal contra Christian R. alias el Pijón, (...) alias el zorro (El del 0.33%) y un N.N. disfrazado de pitufo, por la presunta comisión de delito de lesiones en riña, de acuerdo al artículo noventa, noventa y uno y noventa y cinco del Código Penal. Que no siendo para más se da por finalizada la presente, la cual es leída, ratificada y firmada al pie para debida constancia del interviniente.



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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Recetas no médicas

A los chicos les pidieron en un curso de la carrera de gastrónomo, que inventen un postre nuevo para un público específico. La tercera edad, ese subconjunto de humanos etiquetados de manera tan cruel, serían los beneficiados de la creatividad juvenil.

Con toda la revolución hormonal que se tiene a esa edad, los autores del afamado postre ataron cabos. Viejos, sexo, imposibilidad, viagra, postre. Así lo crearon. Sin ningún tipo de reparo. Tomaron una maracuyá, hicieron una espumita y le agregaron viagra. ¡Sí, Señor!

Y no solo eso, sino que también lo presentaron en la Feria de Gastronomía de Bogotá. Sí, cagate de risa, pero no es joda ¡eh!. Esto es el disparador de muchas cosas más. Muchísimas. Esto deja en off side a cualquier cocinero. Es la revolución; mientras vos comías y disfrutabas con los ojos, la nariz y la boca, ahora no solo tendrás eso sino también el tremendo placer de estar al repalo.

Aunque yo no lo voy a disfrutar. Con la panza llena no puedo. Nunca pude, no es de ahora que estoy viejo. Tengo que tener hambre. Hambre de gloria, para poder funcionar. Después, sí. Cuando conseguiste la gloria, que vengan los excesos. Todos los excesos juntos. Hay algunos que fuman. Otros toman alcohol. Otros toman cocaína. Yo como. Como un cerdo, ¡eh!. Pero este postre no me sirve, porque el efecto que produce lo hubiera necesitado antes, con la panza vacía.

Comerse ese postre es como abrir el paraguas cuando ya terminó de llover. No sirve. A mí no me sirve. Y si a mí no me sirve, menos a un viejo. Porque si con treinta y pico se me complica con la panza llena, ni te cuento a un sexagenario que después de comer tiene que tomarse dos buscapinas para no morir del hígado a las pocas horas.

Y te digo, buscapina y viagra juntos, te morís. Como la sandía y el vino. Te cagás muriendo. Así que de revolucionario no tiene nada. Más lo pienso más me doy cuenta que no sirve.

Hay que volver a los orígenes. Hay que volver al flan. Si al final así somos los hombres, como el flan. Mucho huevo y mucha leche con un toque de dulzura.

El del 0.33%

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domingo, 15 de noviembre de 2009

El chancho da las gracias

Sin dudas, Los Trabajos Prácticos es el mejor blog político de Argentina y, posiblemente, uno de los mejores de habla hispana.

Tiene varias cosas lindas. Primero, la estética del blog. Esta diseñado con bastante trabajo y con dibujos muy simpáticos. Segundo, la radio que tienen todo el tiempo al aire. La pueden escuchar acá con el iTunes o bien acá con el Windows Media, pasan música excelente, aunque más del ochenta porciento no la conozco, ni sé quién canta o toca. No estaría mal que configuren el streamer para que dé los intérpretes. Pero, como el iTunes te dice qué música pasan, podés enterarte y bajar más de lo que te gusta. Tercero, los escribientes son excepcionalmente buenos. Y, por último, lo que más me gusta de todo: The South Downs. Una serie de cortos que versan sobre el todo y la nada. Algo impresionante.

Bueno, el cerebro de todo esto que expliqué, es Guillermo Raffo. Un flaco que no sé qué hace, no sé cómo pone pan sobre su mesa, ni tampoco de donde viene y mucho menos a dónde va. A él, le pedí que me haga un separador de texto. Porque me gusta los dibujitos que hace. Entonces me mandó el Chancho cargado de futuro que pueden ver en la barra lateral.

No sé porqué dibujó un Chancho. Tampoco sé qué tiene que ver. Quizá cree que soy un Chancho, no se equivoca. Quizá el Chancho es otro. Lo que sí es cierto, es que el Chancho siempre está cargado de futuro, por eso es gordo. Los Chanchos son así, con un futuro bueno o malo, pero con futuro al fin. Todos somos un poco Chanchos, algunos más que otros, y por eso todos estamos cargados de futuro.

A partir de hoy el Chancho cargado de futuro será el emblema de Sin Esmero. Será la imagen que represente este espacio, independientemente del sentido que le dió Raffo.

Estamos contentos y por eso le agradecemos a Guillermo haberse tomado el trabajo de dibujar aquello que todos sabemos.

El del 0.33%

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sábado, 14 de noviembre de 2009

La suerte de la cuadra larga

Éramos todos quilomberos. Los quince componentes de la barra de amigos llegamos a la adolescencia habiéndonos metido en mil quilombos. Todo eso se combinó con excesos de alcohol, drogas blandas, pastillas y muchas pero muchas ganas de reirnos del resto y de nosotros mismos.

Ese sábado volvíamos caminando desde el centro de la ciudad hasta nuestro barrio, La Loma, solo seis amigos que habíamos pasado una noche tranquila. Nunca un micro, nunca un taxi, siempre caminando bien porque no teníamos plata o porque el viaje resultaba parte de la salida.

Eran en total veinte cuadras desde ocho y cuarenta y ocho hasta treinta y siete y veinticinco bajando por la diagonal setenta y tres. Once cuadras largas y nueve cortas. Digo cuadras largas porque quien vive o estuvo en La Plata sabe que por razones pitagóricas las cuadras de las diagonales miden cuarenta metros más que las cortas.

El trayecto fue durante años un túnel de profundas charlas, de filosofía barata, de fútbol, de mujeres, de amigos, de futuros inciertos, de planes, de ilusiones, de todo. Yo tenía diecisiete años y en mi bolsillo guardaba un carné de conducir que aún mantenía el calor del plastificado que le ponen en la Dirección de Tránsito. Hacía solo dos días que podía manejar.

La presión de mis amigos la empezó Emiliano cuando comenzamos el regreso desde el centro a las cuatro y pico de la madrugada. Emi cada vez que fumaba porros se ponía insoportable con algún tema. Esta vez me tocó a mí:

- Che pelotudo, ¿cuándo vamos a dejar de caminar? Ya tenés el carné
. Me dice.
- No tengo auto. No rompas las pelotas y caminá. Le contesté, totalmente borracho.
- ¿No ves que sos un pelotudo? Para que tenés carné. No le di bola.

Seguimos caminando, pero claro, empezó el porrero y siguieron los demás borrachos: ¡Qué lindo va a ser cuando no caminemos más!, dice uno. ¡Sí!, replica el otro. Porque vos sos el único que tiene el carné, dice Memo que siempre caminaba entre diez y quince metros delante del resto.

Mi ilusión por manejar no podía contenerla y se los dije. No veía la hora de subir a toda la tribu a un auto y no tener que caminar un centímetro más. La charla cambió de rumbo y no se volvió a tocar el tema por un rato.

Llegamos a treinta y nueve esquina veinticuatro. Allí había un Citroen 2cv del año setenta y uno a la venta. Celestito con un cartel que decía: Vendo particular, mil cien pesos. Bastante arruinado de chapa. Emi se para adelante y dice:

-¿No te gustaría uno como este?.
- Sí, obvio. Pero no tengo un mango, lo sabés. Le dije.

Memo, el Gaucho, el Nono y mi hermano se ponen atrás del Citroen y lo empujan. Se mataban de la risa mientras decían y dale, si te gusta llevalo. Emi, abre la ventana delantera, destraba la puerta de aquel viejo auto y se sienta del lado del acompañante. Dale vamos, los chicos empujan, me dice.

Totalmente borracho, me subí a ese Citroen mientras los otros cuatro empubajan por atrás. Lo subimos a la Plaza Alberti, nuestra plaza de barrio que estaba justo enfrente, y me fui manejando hasta la otra punta a las carcajadas, claro.

Cuando los que empujaban dejaron de tener el beneficio de la pendiente en bajada de la calle, cuestión que simplificaba el asunto, pretendieron que lo pusiera en marcha. Y lo hicimos. Emiliano, que hacía su secundaria en una escuela técnica, tenía bien claro cómo arrancarlo sin romper nada, solo desconectando dos cables.

Es increíble que alguien totalmente borracho y con efectos de la marihuana haya tenido la capacidad de diferenciar dos cables de arranque en una maraña que se escondía detrás del pequeño velocímetro, y solo alumbrado con un encendedor zippo.

Con el auto arriba de la plaza y en marcha, nos subimos los seis amigos y nos fuimos a dar vueltas por toda la ciudad. Estábamos contentísimos, éramos felices, cumplíamos el sueño de acabar con todas esas horas de caminata, con todas las lluvias, con todos los fríos de todos los inviernos que nos tocaba ir y venir, solo para divertirnos en el centro.

El auto lo hicimos propio. Fuimos al centro, parábamos en los boliches, bajábamos, volvíamos a subir y nos íbamos hacia otro lado. Entre los seis, juntamos tres pesos para echarle común en una estación de servicio cercana a la cancha de Gimnasia. No teníamos un mango más.

Luego de yirar por casi tres horas, decidimos devolver el Citroen al dueño. Volvíamos del centro por el mismo camino que hacíamos caminando, pero la felicidad se terminó cuando una cuadra antes, exactamente en diagonal setenta y tres y cuarenta, vimos al dueño del auto parado en la vereda de su casa de calle treinta y nueve con todas las luces encendidas y mirando para todos lados. Frené de golpe.

Nos vió. Lo vimos. Las risas se transformaron en velorio. Los que iban atrás se bajaron y salieron corriendo. El tipo empezó a correr hacia nosotros. Emi y yo quedamos petrificados adelante, y lo veíamos venir. Nos bajamos como locos, cerramos la puerta y le grité: ¡Emi, empujalo que sigue solo en la bajada!. Y así fue, empujamos y el auto empezó a irse solito hacia donde estaba su dueño, con el motor apagado y las luces encendidas. En sentido opuesto, había seis irresponsables corriendo despavoridos por cuanta calle hay en esa intersección.

Esa noche nos salvó la cuadra larga. Era muy complicado que ese señor nos agarre, dado que tenia que correr ciento cincuenta metros de la diagonal en subida. Además seguramente lo primero que hizo fue atajar su auto, que a los pocos metros había tomado una velocidad difícil de detener sin el freno.

Del señor nunca supimos nada. Tampoco del Citroen. En la comisaria no se habían hecho denuncias por robo, dato que siempre nos daba el Cabo Martínez, primo del Gordo, componente fundamental de la barra de amigos. El domingo no nos vimos. El lunes, martes y miércoles tampoco. Fue recién el jueves que nos sentamos en la esquina de siempre.

No volvimos a pasar por donde estaba el Citroen por más de un año. El camino para ir y venir del centro, ya no tenía veinte cuadras, sino veinticuatro. Cortas y largas. Pero ninguno de nosotros se arrepintió de pagar ese precio. Nos robamos un Citroen, pero fuimos muy felices, mientras duró.

El del 0.33%

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lunes, 9 de noviembre de 2009

Nueve de Noviembre

El nueve de noviembre es un día increíble para Alemania. Suma de muchas casualidades.

El primer hecho relevante sucedió el nueve de noviembre del año mil ochocientos cuarenta y ocho. Ese día mataron a Robert Blum, miembro activo de la Asamblea de Fránfort, órgano que se encargaba de crear una Constitución para la Alemania unificada. Blum, fue durante toda su vida un demócrata de izquierdas, que ha luchado contra todas las medidas antidemocráticas del Reino de Prusia.

Blum, fue sentenciado a muerte en Austria, por dar su apoyo a los insurgentes vieneses que se levantaron contra el gobierno imperialista de Austria. Había nacido el diez de noviembre de mil ochocientos siete, por poco no fue otra casualidad más.

El segundo hecho relevante fue el nueve de noviembre de mil novecientos dieciocho. Ese día la revolución militar y obrera, acababa con el reinado de Guillermo II de Alemania e instauraba lo que los historiadores llamarían posteriormente la República de Weimar (Deutsches Reich, en ese momento), dando fin a siglos de monarquías en aquel territorio.

El tercer hecho relevante fue el nueve de noviembre de mil novecientos veintitrés. La República de Weimar recibe un golpe de estado por parte de Adolf Hitler, justificando que ésta República solo reflejaba los valores de los vencedores de la Primera Guerra mundial y no los verdaderos valores alemanes.

Ese día, Hitler irrumpe en Munich, pero su intento de golpe resulta un fracaso. Es detenido y encarcelado durante diez meses, tiempo en el que aprovecha a escribir Mi Lucha.

El cuarto hecho relevante fue el nueve de noviembre de mil novecientos treinta y ocho. Ese día se asesinan cien judíos como venganza a la muerte de un diplomático alemán en París, por parte de un grupo judio-alemán. A partir de este día, las persecuciones a la comunidad judía fue incesante.

El quinto hecho relevante fue el nueve de noviembre de mil novecientos ochenta y nueve. Ese día cae el muro de Berlín, cambiando el paradigma geopolítico mundial.

Por todo esto, en Alemania, al nueve de noviembre se lo llama el día del destino o día de todas las historias.


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domingo, 8 de noviembre de 2009

French style

No la conocía, pero es buenísima.


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Juego

Tal-Koblents, Riga 1957

Juega Mikhail Tal, movida 33.




Sigue acá.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Quince segundos

Nacho Aquije era un nene que a los seis años descubrió que sabía exactamente lo que pasaría quince segundos antes de que cualquier cosa sucediera. La única condición era que sus ojos vieran el evento que producía ese reflejo futuro en su mente y que al fin, se transformaba en realidad.

Quien notó que el nene tenía esta capacidad fue su padre. Todo empezó una tarde helada de julio del año noventa, cuando Argentina se enfrentaba con Yugoslavia por los cuartos de final del mundial de Italia, y en un triste partido de cero a cero, el árbitro pita final: penales.

El padre de Nacho, Oscar Aquije, sentó al nene a su lado en un sillón que se había aguantado más de dos horas veinte de juego, hasta que llegó el momento de la definición: Stojkovic agarra la pelota, la acomoda con mucha parsimonia, toma carrera y Nacho dice: ¡Bien!. Cuatro segundos después tapa Goyco y salva la valla.

Cuando llega el turno de José Tiburcio para el equipo argentino, las cosas fueron similares. Antes de que el argentino remate, Nacho dice: ¡Qué golazo, pa!. Y sí, fue gol de Serrizuela, pero el padre no lo festejó, quedó hipnotizado mirando a su hijo. A partir de ese día, Nacho acertó ciento cuarenta y tres penales que el padre le mostró por televisión, dando detalles precisos: palo, afuera, ataja el arquero acá, señalando su pequeño dedo indice en un televisor Telefunken castigado por el uso de toda la década.

Todo resultaba muy gracioso para Nacho, se divertía cuando le festejaban algo tan vulgar como adivinar con qué cara caía una moneda. Su popularidad crecía a la misma velocidad que la fortuna del padre, que bien supo aprovechar el momento de gloria del niño adivinador, tal como lo bautizó Susana Giménez en su eterno programa de televisión.

Ya de adolescente, su incalculable fortuna brillaba sobre los problemas que su talento le traía. Desde la imposibilidad de tener un orgasmo, dado que su mente sentía algo quince segundos antes de que realmente suceda, y consecuentemente, la imposibilidad de seguir con el transcurso normal de un acto sexual, hasta cuestiones tan triviales como querer leer de corrido sabiendo lo que viene en el párrafo siguiente, confundiendo lo que estaba leyendo con lo que venía inmediatamente después.

Las anécdotas son miles. Un día, su novia lo trató de idiota delante de cientos de personas. No era para menos, habían ido al teatro a ver un afanado humorista, y Nacho se reía a carcajadas quince segundos antes que el tipo termine el chiste. Un papelón. Le cagaba todos los remates.

A pesar de estas pequeñeces, lo grave no llegó sino hasta el día que Nacho vió como su hermana dos años mayor que él, y con veinte años en aquel entonces, se tiraba sobre las vías del Roca, a la altura de la estación Plátanos, acabando así con varios años de indiferencias, comparaciones y desprecios por parte de los padres y en beneficio de su hermano menor.

Nacho, lo vió y lo vió. Lo vió mentalmente y lo vió cuando realmente sucedió. Empezó a correr hacia la hermana quince segundos antes de que suceda pero nunca llegó. Su talento no alcanzó a salvar a su querida hermana. Él sabía que era un suicidio injusto. Que el trato de los padres había sido el disparador, aunque en realidad, se sentía culpable por ser distinto. Este momento nunca lo superó, y marcó a Nacho para toda la vida. Jamás dejó de sentirse culpable.

Sumido en una gran depresión, intentó quitarse la vida varias veces. Nunca lo logró. Cada vez que lo intentaba, sabía el dolor que tendría quince segundos después y no podía tomar la determinación. Sabía que si apretaba un gatillo sentiría un dolor inconmensurable en su cerebro. Sabía que si saltaba al vacío desde una terraza, sentiría un dolor insoportable durante algunos segundos antes de morir. Sabía que la muerte le traería dolor siempre que él la pudiera ver.

Nacho murió a los noventa y dos años en su propia cama, en una casa de campo ubicada Saladillo, Provincia de Buenos Aires. Murió solo, esta vez sin darse cuenta ya que su corazón se detuvo y sus ojos fueron incapaces de verlo. Su pecado fue tener un talento trunco. Un talento que no lo dejó vivir en paz durante toda su vida. Estoy seguro que hubiera preferido ser un niño normal. Creo que a muchos les pasa esto.

El del 0.33%

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lunes, 2 de noviembre de 2009

El tipo que termina diciendo ¡eh!

El tipo llama a Radio 10, habla con el Negro González Oro, dice que los policías de la Federal siempre fueron una manga de corruptos y termina la frase diciendo ¡eh!.

Ese ¡eh! característico del argentino, intenta autocenvencerse de algo que sabe que tiene la desaprobación del resto. Porque el tipo que dice ¡eh!, sabe que está mal lo que dice, pero cree que diciendo ¡eh! deja por sentado que eso es cierto. Está mintiendo. Sabe que no son todos corruptos, pero le pone el ¡eh! al final.

En una discusión el ¡eh! se transforma también en necesidad de respuesta. Cuando un tipo está diciendo una burrada y todos se quedan callados, empieza a ponerle el ¡eh! al final para que los demás refuten.

El ¡eh! es primo hermano del ¿o no?, aunque éste último es más débil que el primero. El ¿o no? tiene la necesidad de una respuesta de aprobación por parte del resto, en cambio el ¡eh! espera que alguien rebata el argumento.

Aún más débil está el ¿O no, (nombre de pila)?. Por ejemplo, ¿O no, Carlito'?. Ahí no se busca la aprobación del resto, sino más bien la del líder. En todos los grupos hay uno que es intelectualmente superior al resto y que actúa como juez de cada discusión. De esta forma, si Carlito' aprueba, entonces el resto lo debe dar como válido.

Es importante diferenciar el ¡eh! que se usa para argumentar, del ¡eh! que se usa para dar precaución. No es lo mismo decir: Los policías son todos corruptos ¡eh!, que decir Ojo, ¡eh! que todos los policías son corruptos. El segundo caso es solo para poner precaución sobre el asunto, mientras que el primero intenta dejar por sentado algo que es falso.

Por último, generalizamos: Las personas que usan el ¡eh! o el ¿o no? poseen argumentos intelectualmente débiles,¡eh!.

El del 0.33%

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