viernes, 26 de marzo de 2010

Pepinos

Ando de viaje, con lo cual las anécdotas se multiplican. El otro día hice el tramo Panamá-Lima en un vuelo de COPA. Por suerte tengo la posibilidad de viajar en primera clase. Allí te sirven comida rica, los asientos son casi camas, y uno vuela como si estuviera en el living de su casa.

La señora que iba al lado mío parece que también estaba cómoda. Como en su casa, o mejor. No se comió la comida. No tenía hambre. Sí tenía frio. Así fue que agarró la ensalada que nos sirvieron, le sacó las dos rodajas de pepino que ésta llevaba y se las puso en los ojos. Luego, tomó la manta, se tapó hasta el cuello, reclinó su asiento y durmió.

Para sorpresa de todos, durmió más de dos horas con dos rodajas de pepino en sus ojos. Así, con un buen par de cojones, sin importar un carajo lo que decía el resto . ¡Viva la gente que todo le da igual!. Me encanta.

¡Salud, por la señora!

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viernes, 5 de marzo de 2010

El espejo de Dany

Daniel es un ex compañero de la secundaria que tuvo la suerte de tener un padre con plata. A él le interesa poco tener plata, denominador común en toda la gente que ya nace con plata: la plata no le importa. No le importa porque la tiene, sino le importaría.

En el año 1993, el padre de Dany le regaló a él un departamentito de unos cincuenta metros, ubicado en el edificio de la calle cuatro y cuarenta y seis, en La Plata, por haber cumplido dieciocho años.

Con el tiempo empezamos a darle bastante utilidad al departamento. Lo primero que hicimos fue ponerle un jacuzzi. Después le mejoramos la cocina. Más adelante hicimos que la habitación se pareciera a la de un hotel alojamiento. Al año, el departamento era una preciosura. Tenía todo lo que un buen bulín tenía que tener, vieja reminiscencia de película de Olmedo y Porcel.

Por el departamento habrán pasado más o menos unas cincuenta chicas que prestan servicios sexuales a cambio de dinero. También de las que no cobran, pero de esas fueron bastante menos. Un día le tocaba a uno, otro día a otro y así.

Llegó un momento que no sabíamos qué hacerle al departamento. Un poco nos habíamos aburrido de lo de siempre. Estabamos los tres amigos sentados en el sofá y yo pregunté: Che, ¿y ahora qué más le podemos poner para divertirnos?. Silencio. Ya no se nos ocurría nada. A los diez minutos, con el televisor de fondo, Lucho baja el volumen y dice: ¿Y si ponemos cámaras para filmar todo?. Ni en pedo, dijo el dueño del departamento. Mucho trabajo, además no tenemos que dejar evidencia de nada y no sé de dónde voy a sacar plata para un sistema de cámaras, sintetizó.

A la media hora, Lucho de nuevo: tengo una idea. ¿Cuál?, dijimos. Se paró y nos dijo: vengan. Nos llevó al baño. Miró el espejo y dijo que la idea sería sacar el espejo, hacer un hueco en la pared y poner un vidrio espejado tapando el hueco. Luego nos llevó a la habitación y nos mostró que si hacíamos ese hueco, quedaría escondido en el ropero donde Dany guardaba alguna ropa. Genial. ¿Y a quién le miramos el culo?, pregunté. A todas nuestras compañeras del colegio, dijo. Enorme, el tipo.

Nos gustó, lo hicimos. A la semana siguiente nos pusimos manos a la obra. Sacamos el espejo, hicimos un hueco en la pared que daba al placard del dormitorio, y pusimos un vidrio espejado. Era prácticamente imposible estar en el baño y ver que alguien te miraba.

A los quince días de haber testeado el espejo con una chica pagada, decidimos organizar la reunión con las del colegio. Sin embargo, antes teníamos que definir la estrategia para la utilización correcta del espejo ya que cuando una iba al baño, uno de nosotros iba a tener que irse a la habitación, meterse en el ropero y espiar.

Ustedes son dos nabos, nos dice Lucho. Yo no voy a estar presente en la reunión, continúa. ¿Cómo que no?, le digo yo. No, me dice él. ¿Te lo vas a perder?, le pregunto preocupado. No, no, me contesta, quienes se lo van a perder son Ustedes dos, yo me voy a internar en el ropero y me paso toda la noche ahí mirando el desfiladero de minas. El hijo de puta era mucho más rápido -o pajero, no sé- que nosotros, nos pidió que compraramos mucha cerveza, y que siempre mantengamos la música alta. Perfecto, todo organizado.

Organizamos la reunión para un sábado. Lucho internado en el ropero, Dany y yo de anfitriones. Pasó una hora, ninguna iba al baño. Dos horas, nada. Tres horas, tampoco. A la cuarta hora, a la gorda Cynthia se le ocurre ir al baño, una compañera rellenita de ciento catorce kilos. Fue la única que pasó por el baño en toda la noche. Nos fuimos todos al centro, y el baño solo fue utilizado una sola vez. Lucho metido en el ropero.

El domingo en la madrugada, cuando volvimos del centro, nos reencontramos con Lucho durmiendo en el sofá con la tele encendida. Estaba indignado. Nos contó que lo mejor que había podido ver durante toda la noche, fue a la gorda Cynthia haciendo una fuerza sobrehumana para poder cagar, y que luego se gasto sesenta metros de papel higiénico para limpiarse semejante culo.

La desilusión de ese ser humano era tan, pero tan grande, que con Dany decidimos mandarle una paraguaya tetona que frecuentaba el departamento, como regalo al buen amigo.

Creo que fuimos generosos.

El del 0.33%

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