sábado, 15 de mayo de 2010

Cielo e infierno


Cielo es el lugar donde los policias son ingleses, los chefs son italianos, los mecánicos son alemanes, las amantes son franceses y todo está organizado por los suizos.

Infierno es el lugar donde los policias son alemanes, los chefs son ingleses, los mecanicos son franceses, los amantes son suizos y todo está organizado por los italianos.

Leer Más...

miércoles, 7 de abril de 2010

Se le perdio el Lorito

Me encontré este cartel en Calle 7 y Plaza Italia, en La Plata. La vieja perdió un lorito. Parece que lo tiene un taxista, aunque algunos en el barrio dicen que Pedro, el loro, se cansó de la vieja, se tomó el primer tacho que pasaba y se fue a la mierda.

Es difícil ser lorito, ¡eh!.


Leer Más...

viernes, 26 de marzo de 2010

Pepinos

Ando de viaje, con lo cual las anécdotas se multiplican. El otro día hice el tramo Panamá-Lima en un vuelo de COPA. Por suerte tengo la posibilidad de viajar en primera clase. Allí te sirven comida rica, los asientos son casi camas, y uno vuela como si estuviera en el living de su casa.

La señora que iba al lado mío parece que también estaba cómoda. Como en su casa, o mejor. No se comió la comida. No tenía hambre. Sí tenía frio. Así fue que agarró la ensalada que nos sirvieron, le sacó las dos rodajas de pepino que ésta llevaba y se las puso en los ojos. Luego, tomó la manta, se tapó hasta el cuello, reclinó su asiento y durmió.

Para sorpresa de todos, durmió más de dos horas con dos rodajas de pepino en sus ojos. Así, con un buen par de cojones, sin importar un carajo lo que decía el resto . ¡Viva la gente que todo le da igual!. Me encanta.

¡Salud, por la señora!

Leer Más...

viernes, 5 de marzo de 2010

El espejo de Dany

Daniel es un ex compañero de la secundaria que tuvo la suerte de tener un padre con plata. A él le interesa poco tener plata, denominador común en toda la gente que ya nace con plata: la plata no le importa. No le importa porque la tiene, sino le importaría.

En el año 1993, el padre de Dany le regaló a él un departamentito de unos cincuenta metros, ubicado en el edificio de la calle cuatro y cuarenta y seis, en La Plata, por haber cumplido dieciocho años.

Con el tiempo empezamos a darle bastante utilidad al departamento. Lo primero que hicimos fue ponerle un jacuzzi. Después le mejoramos la cocina. Más adelante hicimos que la habitación se pareciera a la de un hotel alojamiento. Al año, el departamento era una preciosura. Tenía todo lo que un buen bulín tenía que tener, vieja reminiscencia de película de Olmedo y Porcel.

Por el departamento habrán pasado más o menos unas cincuenta chicas que prestan servicios sexuales a cambio de dinero. También de las que no cobran, pero de esas fueron bastante menos. Un día le tocaba a uno, otro día a otro y así.

Llegó un momento que no sabíamos qué hacerle al departamento. Un poco nos habíamos aburrido de lo de siempre. Estabamos los tres amigos sentados en el sofá y yo pregunté: Che, ¿y ahora qué más le podemos poner para divertirnos?. Silencio. Ya no se nos ocurría nada. A los diez minutos, con el televisor de fondo, Lucho baja el volumen y dice: ¿Y si ponemos cámaras para filmar todo?. Ni en pedo, dijo el dueño del departamento. Mucho trabajo, además no tenemos que dejar evidencia de nada y no sé de dónde voy a sacar plata para un sistema de cámaras, sintetizó.

A la media hora, Lucho de nuevo: tengo una idea. ¿Cuál?, dijimos. Se paró y nos dijo: vengan. Nos llevó al baño. Miró el espejo y dijo que la idea sería sacar el espejo, hacer un hueco en la pared y poner un vidrio espejado tapando el hueco. Luego nos llevó a la habitación y nos mostró que si hacíamos ese hueco, quedaría escondido en el ropero donde Dany guardaba alguna ropa. Genial. ¿Y a quién le miramos el culo?, pregunté. A todas nuestras compañeras del colegio, dijo. Enorme, el tipo.

Nos gustó, lo hicimos. A la semana siguiente nos pusimos manos a la obra. Sacamos el espejo, hicimos un hueco en la pared que daba al placard del dormitorio, y pusimos un vidrio espejado. Era prácticamente imposible estar en el baño y ver que alguien te miraba.

A los quince días de haber testeado el espejo con una chica pagada, decidimos organizar la reunión con las del colegio. Sin embargo, antes teníamos que definir la estrategia para la utilización correcta del espejo ya que cuando una iba al baño, uno de nosotros iba a tener que irse a la habitación, meterse en el ropero y espiar.

Ustedes son dos nabos, nos dice Lucho. Yo no voy a estar presente en la reunión, continúa. ¿Cómo que no?, le digo yo. No, me dice él. ¿Te lo vas a perder?, le pregunto preocupado. No, no, me contesta, quienes se lo van a perder son Ustedes dos, yo me voy a internar en el ropero y me paso toda la noche ahí mirando el desfiladero de minas. El hijo de puta era mucho más rápido -o pajero, no sé- que nosotros, nos pidió que compraramos mucha cerveza, y que siempre mantengamos la música alta. Perfecto, todo organizado.

Organizamos la reunión para un sábado. Lucho internado en el ropero, Dany y yo de anfitriones. Pasó una hora, ninguna iba al baño. Dos horas, nada. Tres horas, tampoco. A la cuarta hora, a la gorda Cynthia se le ocurre ir al baño, una compañera rellenita de ciento catorce kilos. Fue la única que pasó por el baño en toda la noche. Nos fuimos todos al centro, y el baño solo fue utilizado una sola vez. Lucho metido en el ropero.

El domingo en la madrugada, cuando volvimos del centro, nos reencontramos con Lucho durmiendo en el sofá con la tele encendida. Estaba indignado. Nos contó que lo mejor que había podido ver durante toda la noche, fue a la gorda Cynthia haciendo una fuerza sobrehumana para poder cagar, y que luego se gasto sesenta metros de papel higiénico para limpiarse semejante culo.

La desilusión de ese ser humano era tan, pero tan grande, que con Dany decidimos mandarle una paraguaya tetona que frecuentaba el departamento, como regalo al buen amigo.

Creo que fuimos generosos.

El del 0.33%

Leer Más...

miércoles, 10 de febrero de 2010

La culpa es tuya

Resulta que estoy mirando el diario Perfil, y dice el titular: Anuló el matrimonio porque ella tenía barba y era bizca.

Vamos a ver. Vos salís una noche, ponele un sábado, te pusiste en pedo, cuatro y media, cinco de la madrugada estás más solo que Robinson Crusoe y la viste ahí.

- Hola harmosa, ¿sodita?
- ¿Eh?
- Si estás sodita o agompaneada, devena.
- Sola, sí, como te llamás.

Y ahí arranca el tema. Terminas bien la noche, contento. Domingo tres de la tarde, te despertaste solo, con resaca. Cuatro y media teléfono, ella, para preguntarte cómo estás. Con resaca, cómo vas a estar. ¿Nos vemos más tarde?, te dice. Ni en pedo, pensas. Bueno dale, te llamo porque no sé qué voy a hacer todavía, le terminás diciendo. Ese domingo no la ves, tenés que ir a la cancha, volver, escuchar cómo terminaron los demás partidos, cenar, ver el resumen de goles e irte a dormir.

Lunes, te llama cuatro veces. Martes, ocho veces. Uno es un caballero, no podés insultarla ni decirle que no te llame más. Una vez más, si o si la tenés que ver. Listo, quedaste para el Jueves.

Jueves. Sobrio. Nueve en punto. Llega. Chasco. La viste y pensas cuál habrá sido el nivel de alcohol para cometer semejante error. Te saluda, la saludás. ¿Qué tal estás?, te dice. Vos por dentro pensás, para el culo. Bien, bien. Ahí empezás a pensar cómo hacés para huir. Le decís que te tenés que ir. ¿Tan rápido?, te dice. ¡Volando!, pensas. Sí, mirá me tengo que ir porque mamá está internada. ¿Es grave?, te dice. Mirá, el médico me dijo que se moría entre hoy y mañana, así que no puedo faltar. Pobre, ¿qué tiene?, te rompe las pelotas. Influenza H1N1, le decís. Taxi, au revoir.

Listo. Te fuiste, no la viste nunca más en tu puta vida. Esto es lo normal en Occidente, detalle más detalle menos. Pero, pero, pero aparentemente en Oriente, de donde era oriundo el tipo de la noticia, es distinto. Vos no le podés ver la cara a la mujer, porque en todo momento viste un velo. Y solo casándote podés quitarle el velo.

Jodido, ¡eh!. ¿Cómo comprás sin ver?. Es como comprar por internet. A veces te cagan. Pero, hoy por hoy hasta eBay tiene la posibilidad de devolver lo que no te gustó. ¿Cómo hacés con una mina?, imposible. Además hay una cuestión estadística, uno cuando sale a la calle de cada diez mujeres, máximo tres están buenas, cinco te las bancás como amigas y dos que no las casa ni Roberto Galan. Ojo, porque hay países donde los números son mucho menos favorables. En el mejor de los casos, tenes que tomar la decisión de casarte, con una probabilidad de solo treinta porciento.

Además con el tema del velo, vos por ahí te hacés la cabeza porque tiene linda voz, y luego te encontrás con una que se parece más a Tevez que a Pampita. El velo es el problema. Ni las curvas te deja ver. ¿Y si no tiene curvas y es una tabla?. ¿Y si en vez de una tabla es un redondel?. Abajo de esa sábana se puede ocultar cualquier forma geométrica.

Lo que pasa que la mina es turra, también. Porque si está buena no te lo dice. Y si es fea tampoco. Nadie en este mundo se mira al espejo y dice: ¡Qué feo soy!. Porque el cerebro viene preparado para que cuando vos te veas en el espejo te reconozcas como vos mismo. Entonces nunca te ves feo. Te podés ver gordo. O flaco. O alto. O petiso. Podés desear más músculo. Pero feo no se ve nadie en condiciones normales.

Ahora, ojo, el tipo es un pelotudo. Porque fijate, cuando vos ves el aviso clasificado en el diario y llamás para hablar con el dueño del auto que se vende, lo ametrallás a preguntas antes de ir a verlo. ¿Chocó?, ¿La pintura como está?, ¿Y de motor?. Acá lo mismo. Vos te sentás a tomar un té -porque los árabes toman té- y ahí le podés ir preguntando de a poco.

Che, y contame un poquito de vos, ¿de tetas cómo venis?. Así le podés hacer un radiografía. Pero claro, nunca te va a decir que tiene barba o es bizca. Está bien. Ocultar vale. En Occidente nos pasa igual. Vos te juntás con una mina que te parece encantadora y luego no era así. Y vos tampoco le dijiste a ella que a la mañana te tirás pedos. Pero en el mundo árabe es más más complicado el tema, porque además de la mentira normal, tenés que adivinar qué se esconde debajo del velo. Conocer una mina en el mundo árabe es como participar de un programa de entretenimientos de sábado por la tarde: descubra qué se esconde abajo del velo.

No le veo solución. Quizás hay que cambiar la ley y que antes de dar el sí del casamiento, te permitan mirar. O sino que los tipos también usen velo. O que nadie use velo. Pero estas alternativas están lejos de la cultura árabe.

Se me ocurre una alternativa mejor: todas las minas antes de usar velo, tienen que ser calificadas por un grupo de especialistas. Como si fuera un defile, ponele. Entonces después del desfile la mina se lleva la nota a casa. Puntuación de cero a cien. La calificación la tiene que llevar bordada en el velo. Si te sacaste quince, te jodés. Buscate un tipo de quince. Siempre hay un roto para un descosido.

¿¡O no!?

El del 0.33%

Leer Más...

lunes, 1 de febrero de 2010

Conociéndome

A lo largo de mi vida he ido conociendo mi cuerpo cada día más. No hablo desde el punto de vista visual, ni tampoco esos primeros años donde uno descubre que tiene pito o un agujerito en la panza que se llama ombligo.

Hablo de otra cosa. Hablo de saber cómo funciona. Qué pasa si como tal cosa bajo ciertas condiciones. Qué pasa si bebo tal cosa en exceso. Y así.

Voy a empezar por el final: en mi vida me cagué encima cuatro veces. Literalmente. Así como lo leen. Tengo la desdicha de tener mi sistema digestivo muy rápido y tener la necesidad de cagar tres o cuatro veces por día. Y a veces no llego, bien porque estoy lejos de un servicio o bien porque el torrente es tremendamente insostenible.

De las cuatro veces que me pasó la tragedia, quiero contarles la peor. La más inmunda, pero a la vez la más placentera.

Tenía diecinueve años. Estaba en segundo año de la facultad. Me junté con unos compañeros en un bar del centro de La Plata. Bebí, me divertí, y en un momento noté que era tarde y decidí irme para mi casa. No había tomado nada de alcohol, porque mi viejo me había prestado el auto.

Salgo del bar a las dos y pico de la madrugada de un viernes, me subo al auto y perfilo para mi casa. A las pocas cuadras, empiezo a notar que toda la Coca Cola con hielo que había tomado, empieza a hacer revolución. No lo aguantaba. Se venía. Ya estaba ahí. Doblo a toda velocidad por Plaza Italia, y antes de tomar la diagonal setenta y siete paro en la Estación de Servicio. Voy al baño, tiro del picaporte: Cerrado, exclusivo para clientes pida la llave en recepción.

Voy a recepción, no hay nadie, el único encargado estaba verificando el camión que llena los tanques, con lo cual no podía atenderme. Me subo al auto y me voy.

El semaforo de avenida trece y calle cuarenta lo pasé en rojo. Mis tripas se retorcian de una manera que era insoportable. No podía más. Pensé en parar en la Plaza Belgrano y cagar al lado de un árbol, me dí cuenta que lo mejor era hacer el trayecto que faltaba.

No frené en casi ninguna esquina. No le daba paso a nadie. La velocidad de aquél auto era por lo menos ochenta kilometros por hora, y tomaba las curvas como Carlos Sainz. Al fin llegué a mi casa.

Entro por el garage, y ahí tomé la primer decisión importante: cago en el baño que está al lado de la parrilla en el quincho a unos cuarenta metros de la casa o abro las dos puertas que faltan para llegar al baño de casa. Es de noche, hay que buscar las llaves salgo cagando a toda velocidad para el fondo.

Llego al quincho, tiro del picaporte, mi vieja había cerrado la puerta porque adentro guardabamos la máquina de cortar cesped y algunas cosas más. Me cagué pensé en un momento pero vi que la ventana del quincho había quedado abierta. Me metí por la ventana, corrí hasta el baño.

Llegué, rojo del dolor, me bajé los pantalones hasta abajo y en ese momento pasó lo peor. Explotó.

La panza se comprimió con los muslos de las piernas, los intestinos se apretaron y ¡¡bluuaaaff!!....Todo, absolutamente todo sucio. Azulejos blancos, piso blanco, inodoro, tabla y tapa del inodoro, rollo de papel hiégnico, piernas, pantalones, zapatos, camisa, todo era un cuadro pintado por mierda.

Luego de la explosión, tocaba lo peor. Limpiar todo. Lo primero que hice fue sacarme toda la ropa dentro del propio baño. Me quedé totalmente desnudo, con las piernas y los pies cagados. Agarré el jean y con eso me limpié un poco. Salí en pelotas por la ventana del quincho y fui a buscar la manguera.

Cuando estoy yendo por la mitad del parque con la manguera en la mano y en pelotas, mi hermano prende la luz de su cuarto y se asoma por la ventana. El dialogo fue más o menos este:

- ¿Qué hacés a esta hora en bolas? ¿Al quincho venis a garchar?
- No, me cagué encima.
- ¡Uuuhh! qué tipo más pelotudo.

Cerró la persiana y siguió durmiendo. Mi trabajo recién empezaba. Conecté la manguera, y me limpié con agua fria, en pelotas y en el medio del parque. Luego a manguerear todo, juntar la ropa y lavarla, cepillar los azulejos, el piso, y todos los accesorios del baño. Una vez que terminé con eso, trapo y lavandina, porque el olor que había no se iba con nada.

Deje todo perfecto. Sin embargo, aquella noche épica me ayudo a comprender que Coca Cola con hielo no puedo tomar más de un vaso pequeño. Con el tiempo también aprendí que el café con leche es letal, la pileta inmediatamente después de comer es tremenda, y cenar con el torso desnudo con un ventilador cerca, no tiene otro resultado distinto que una explosión de placer.

El del 0.33%

Leer Más...

domingo, 17 de enero de 2010

Inteligencia

"La inteligencia es la velocidad con que uno se da cuenta de cosas que para los genios son obvias"


Musgrave,amigo y coblogger. Aunque creo que se la robó de por ahí.

Leer Más...

miércoles, 13 de enero de 2010

Talento



Un capo.

Leer Más...

lunes, 11 de enero de 2010

Al pedo

McDonald's tiene trescientas cincuenta mil vacas en el Reino Unido con las cuales provee carne a todos los establecimientos hamburgueseros del país. Todos esos bovinos producen el cuatro porciento de las emisiones de gas metano del país.

Ahora, se han propuesto que las vacas se tiren menos pedos. No es algo sencillo, uno sabe que cuando el gas viene, no lo para nada, y para peor, si intentás pararlo potencias el sonido.

No sé bien qué se podría hacer para que las vacas no se desgracien. Me parece que cualquier intento es al pedo.

Leer Más...

sábado, 9 de enero de 2010

Canónigos

El canónigo es una planta pequeña, que nace de manera silvestre a orillas de ríos en la Europa continental, fundamentalmente en Francia, Alemania y algunas zonas de Italia . El nombre científico es Valerianácea Locusta. Tienen un sabor semejante al del berro, pero sin el amargor de este. Dada su característica en paladar, se acompaña muy bien con aceite de oliva de arbequinas catalanas, mi preferido.

La planta mide entre cinco y diez centímetros, y tiene la desventaja que se echa a perder muy rápido, lo cual complica su conservación. Para prepararlo se recomienda no separar cada hoja de la planta ni tampoco manosear mucho sus hojas. Lo ideal es condimentarlos minutos antes de comerlos, para no arruinar su suave textura.

Se puede combinar con otras verduras, o con algunos frutos secos. Su fino sabor no lo hace compatible con sabores fuertes, pero podría mezclarse con nueces, manzana verde, tomates cherry o piñones.

Como acompañamiento puede ser un excelente socio del lenguado o el rodaballo, siempre y cuando no se incluya una salsa que opaque el delicado sabor de esta magnífica verdura.

Leer Más...

lunes, 4 de enero de 2010

El muñeco

En La Plata tenemos la costumbre de quemar muñecos el 31 de Diciembre de cada año. La historia nace en la calle diez esquina cuarenta, cuando un viejo que tenía un almacén y bar en esa esquina se le ocurrió homenajear a un jugador de Cambaceres en aquel diciembre del año cincuenta y uno.

Nosotros, en el barrio, no podíamos ser menos que el resto y en el año noventa y cinco armamos nuestro propio muñeco. Empezamos en Octubre a pensar qué podíamos hacer. Eramos todos unos inútiles, con lo cual cualquier expresión artística resultaría en una obra paupérrima desde el punto de vista estético.

Ante esta situación, nos juntamos los quince y consensuamos que el muñeco debía ser algo fácil de hacer y que, por sobre todas las cosas, tendría que explotar mucho. Mucho más de lo normal de cualquier muñeco.

Definir qué muñeco hacíamos no fue fácil. La primera propuesta fue hacer una poronga de tres metros de altos. En principio a todos nos parecía buena la idea, pero luego el Nono dijo que nos iba a resultar un poco más difícil conseguir dinero, sobre todo de las madres y las abuelas que paseaban por la zona con sus nietos. Tenía razón. Descartado.

La segunda propuesta fue hacer un cohete espacial. La idea era pésima, inocente y estaba lejísimo de representar la esencia del grupo de amigos, pero a su favor, tenía la simplicidad del desarrollo. También lo descartamos.

La tercer propuesta la dijo mi hermano. Hagamos una lata de Quilmes, dijo. Por atrás se escuchó a Fufi -que de hecho era el único que al menos dibujaba bien- decir que él pintaría el logotipo. Nos embarcamos todos en el proyecto a finales de Octubre.

El primer paso fue conseguir financiamiento. Pusimos todos dos pesos y compramos en lo de Giúdice un secador de pelo que luego rifamos con cien números a cinco pesos por chance. Pasabamos casa por casa, mostrando el secador y vendiendo los números. Ahí conseguimos plata para empezar a comprar el arsenal de pirotécnia que le ibamos a poner adentro. El segundo paso fue conseguir los materiales. Nos robamos unos hierros de algunas obras del barrio, más unas cañas secas que conseguimos en dos baldíos que junto con cartón y diario nos ayudó a conformar el cilindro color blanco que luego se transformaría en lata de Quilmes pintándole solamente el logotipo.

A finales de Noviembre ya teníamos el muñeco casi armado. Pero eso no era lo importante, sino que teníamos acumuladas ciento treinta bombas de estruendo, de esas que para lanzar hace falta introducirlas en un tubo para luego elevarse diez o quince metros y explotar en el aire. Nuestra letal idea era amarrarlas a la estructura de hierro y que exploten a uno o dos metros del piso. Una locura sin igual.

A finales de Diciembre el arsenal era increíble. Teníamos más de doscientas cuarenta bombas, setenta aerosoles, medio kilo de clorato de potasio y azufre suficiente como para armar un descalabro. Con todo eso, podíamos armar quizas cuatro o cinco muñecos que se quemaban en cualquier otra esquina, nosotros solo lo utilizaríamos en un cilindro de carton y papel de un metro y medio de diámetro y tres metros de alto.

Llega el 31 de Diciembre. Ajustamos los detalles pero surgió un problema. Nadie se animaba a encender con una antorcha aquel muñeco, porque sería el último día de su vida. De nuevo la creatividad se hizo presente: armamos un arco y una flecha de caña que encendería el muñeco, idea utilizada tres años antes en las Olimpiadas de Barcelona para encender la llama olímpica. No solo quedabamos como creativos, sino que también nos evitábamos la triste experiencia de ir a encender de cerca más de cuatrocientos explosivos.

Eran la una y media del uno de Enero del noventa y seis. Se había corrido la bola por todo el barrio que el muñeco sería una bomba atómica. Más de quinientas personas se aglutinaron en la esquina de veinticinco y treinta y seis. Empezamos con batucada de unos amigos que vivían cerca del barrio. Encendimos la flecha. Emi disparó. ¡Rebotó en el muñeco y no encendió!. La gente descostillada de la risa pero nosotros preguntandonos: ¿Y ahora?. Claro, todos se reían porque no sabían lo que se venia.

Lo agarramos al Petro, un borracho habitué del barrio que había estado en Malvinas, con lo cual ya de por sí era mucho más valiente que todos nosotros para que agarre la flecha encendida, se acerque y la tire adentro del cilindro.

A los pocos segundos de tirar la flecha, la primer explosión. La segunda. La enésima. Volamos el barrio, la gente que en un principio se había ubicado a unos veinte metros, terminó mirando el muñeco a casi setenta. Todo el mundo con los oídos tapados, nadie podía creer el espectáculo que estabamos dando con tan poco arte.

Quince minutos después, quedó todo hecho cenizas. La gente ovacionaba, no lo podía creer. Venían todos a preguntarnos qué le habíamos puesto. Algunos viejos nos dijeron que nunca en la historia de La Plata habían visto semejante cosa. Otros directamente nos preguntaban si ya sabíamos qué muñeco haríamos al año siguiente. Hagan otro, no nos pueden fallar, nos gritó una vieja de la mano con sus dos nietos felices.

Un momento de gloria para un grupo de amigos muy subestimados por todo el barrio. La felicidad y el reconocimiento de una cagada más. ¡Ah! El secador de pelo lo sorteamos entre nosotros, se lo ganó el Gordo.

El del 0.33%

Leer Más...